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8 plazas en Gràcia para disfrutar los 365 días del año

Escrito el 21/02/19 · Tiempo de lectura: 8 minutos
Plaça Sol Gracia

De todos los barrios de Barcelona, el de Gràcia es, seguramente, el que cuenta con una personalidad más propia, más genuina y más diferenciada. Podríamos escribir largo y tendido sobre su enorme dinamismo comercial y su excelente vida cultural. Y es que Gràcia cuenta con cines, teatros, bares de todos los estilos, restaurantes de mil variedades diferentes, tiendas y comercios de autor que difícilmente podríamos encontrar en otra zona de la ciudad…y plazas, muchas plazas.

Ellas son el alma del barrio, el principal vestigio de un pasado glorioso. La mayoría de ellas se fueron construyendo a lo largo del siglo XIX, a medida que esta antigua villa independiente se iba urbanizando. Aparentemente inconexas entre sí y desperdigadas a lo largo y ancho del mapa, las plazas de Gràcia son de fácil acceso desde la Diagonal, Joanic, Fontana o Lesseps, y son ideales para redescubrir y disfrutar en un entretenido paseo por el casco antiguo. A tu aire, en pareja, en familia o con amigos, Gràcia tiene plazas para todos los públicos. ¡Las repasamos!

Plaza del Diamant

Como tantas otras plazas del barrio, la del Diamant es un lugar ideal para disfrutar de un afterwork a la salida del trabajo o para acercarse el fin de semana, en familia o con amigos. Su origen se remonta a la década de 1860, cuando un regidor de Gràcia, joyero de profesión, compró el terreno. En su honor nombraron sus propiedades con diferentes elementos de joyería, siendo bautizado el lugar como la plaza del Diamante. Años más tarde, el lugar cobraría fama internacional por dar nombre a la novela homónima escrita por Mercè Rodoreda desde su exilio francés. Una crónica fiel de la Barcelona de la posguerra y de lo dura que podía resultar la vida para una mujer en esa época tan terrible de nuestra historia explicada a través de los ojos de Natalia, apodada la Colometa.En homenaje a esta novela, el escultor Xavier Medina-Campeny diseñó una estatua que representa a la Colometa y sus palomas y que preside el lugar en la actualidad.

Otro de los elementos indispensables para entender ese periodo histórico es el refugio antiaéreo que se construyó debajo de la plaza ante los incesantes bombardeos sufridos durante la Guerra Civil. Unas obras de mantenimiento en 1992 sacaron del olvido este laberinto subterráneo en el que podían esconderse más de 200 personas a la vez. Tras ser restaurado, es uno de los pocos refugios, de los más de 1.300 que se construyeron en Barcelona, que se pueden visitar.

Plaza del Sol

La plaza del Sol es una de las más antiguas de la villa de Gràcia, ya que se construyó durante la primera mitad del siglo XIX. Arquitectónicamente, es una de las plazas más bellas del distrito, con viviendas de la época y algunos edificios modernistas. Quizás por eso, es también uno de los lugares favoritos de los vecinos del barrio, que aprovechan sus terrazas y restaurantes para disfrutar en familia o con amigos. Uno de ellos es el Cafè del Sol, lugar en el que el tiempo se detiene. Otro de los recintos legendarios de la plaza es el Sol Soler, en el que se pueden disfrutar tapas y platillos de cocina de fusión.

Con locales tan emblemáticos, la demanda del lugar supera con creces la oferta disponible. Es por esto que de un tiempo a esta parte los más jóvenes han empezado a disfrutar del lugar a su manera, sentándose en el suelo y disfrutando de un vermut alternativo y llenando de vida la plaza. Ante la ocurrencia de la iniciativa, la concentración de gente ha ido en aumento en los últimos años, y ha provocado las quejas de los vecinos, por el ruido ensordecedor que generan la música y los cientos de conversaciones que se llevan a cabo de manera simultánea. Es por eso que el ayuntamiento planea construir un parque infantil con el que potenciar el uso diurno de la plaza.

Plaza de la Revolución

La plaza de la Revolución es otro de esos lugares que explican la historia de esta antigua villa independiente de Barcelona. Construida en el siglo XIX, cuando Gràciaera todavía un pueblo, la plaza fue bautizada como plaza de Isabel II, en honor a la reina de España. Sin embargo, tras la revolución que acabó con su reinado, la plaza pasó a llamarse plaza de la Revolución de 1868, nombre que volvió a perder durante la dictadura y que consiguió recuperar ya en democracia.

De la plaza se pueden destacar dos elementos que justifican la visita al lugar. Uno son las letras escritas en el suelo de la explanada. Aparentemente inconexas, si las lees de norte a sur, podrás leer la palabra Revolució (escrita en catalán). El otro es un refugio antiaéreo de la Guerra Civil, cuando Gràciay sus recintos fabriles se convirtieron en uno de los principales objetivos de la aviación fascista. La curiosidad de este recinto es que es de acceso libre, sin tener que reservar entrada. Tan solo hay que dirigirse a los conserjes del parking subterráneo y pedirles las llaves.

Plaça Revolucio

Plaza de la Vila de Gràcia

De Oriente, de la Constitución o de Rius i Taulet son algunos de los nombres que ha tenido esta plaza del distrito de Gràcia hasta que una consulta ciudadana decidió rebautizarla con su denominación actual, la plaza de la Vila de Gràcia, por tener allí la sede del Ayuntamiento en el distrito. Es por tanto el centro neurálgico del barrio, al que acudir a realizar las principales gestiones administrativas y el lugar que los gracienses eligieron para inmortalizar su condición de antigua villa independiente.

Ese pasado se hace presente todavía a través de algunos vestigios que han llegado hasta nuestros días. Algunos de gran riqueza visual que han logrado que el conjunto del recinto sea incluido en el Inventario de Patrimonio Arquitectónico de Cataluña. El primero de ellos es la propia sede municipal, un edificio de la segunda mitad del siglo XIX que fue reformado al estilo modernista por Francesc Berenguer Mestres, arquitecto municipal de la villa. Pero si hay un elemento principal que entronca el recinto con la historia más gloriosa del barrio es sin duda el Campanario de Gràcia, que se alza en el centro de la plaza. Se trata de una construcción realizada entre 1862 y 1864 por Antoni Rovira i Trias y que está formada por una torre con reloj y una campana que adquirió tintes legendarios durante la llamada Revuelta de las Quintas, en la que los gracienses se sublevaron contra la orden de alistamiento forzoso impuesta por el ejército español a todos los jóvenes del país.

Plaza del Raspall

Hablar de la plaza del Raspall es hablar de la Gràciagitana que tanta riqueza cultural ha aportado al barrio hasta darle ese mestizaje de ambientes y tradiciones que podemos observar hoy día paseando por sus calles. Su enorme cercanía, menos de 100 metros, con la plaza del Poble Romaní ha hecho que frecuentemente los textos y las referencias a una y otra vayan de la mano y sean consideradas como una única unidad, ya que en toda esa parte del barrio de Gràciase concentró la mayor comunidad gitana de Barcelona.

Su residencia durante tres siglos les ha generado un fuerte sentimiento de pertenencia al barrio, convirtiéndose en uno de sus actores culturales más significativos. Junto con las comunidades gitanas del Raval y de Hostafrancs se disputan la autoría y el origen de la rumba catalana, un estilo musical que se ha perpetuado en nuestro folklore generación tras generación. Lo que es innegable es que en esta plaza sonaron sus primeros acordes, ya que a pocos metros, en la calle Fraternidad, nacía en 1925 Antonio González, “el pescadilla”, considerado, junto a Peret, como auténtico creador de un género que ya ha traspasado fronteras.

Plaza de la Virreina

Uno de los primeros lugares que el viajero se encuentra al llegar al barrio de Gràciacasi sin querer, ya que se accede desde el metro de Fontana siguiendo la calle Asturias. El origen de esta plaza se remonta a finales del siglo XVIII cuando en el lugar había una finca propiedad del virrey español en el Perú, que fue heredada por su viuda al morir este. Desde entonces, la zona fue conocida como “de la virreina”, manteniendo su denominación hasta nuestros días.

La plaza de la Virreina es uno de los lugares preferidos de los vecinos, ya que encuentran en él la tranquilidad que les falta en otras plazas del barrio. Al ser una zona 100% peatonal, es ideal para disfrutar de su arquitectura y su ambiente diáfano y esponjado desde cualquiera de las terrazas que garantizan un tiempo de relax tras callejear por esta antigua villa independiente. El aspecto más característico de la plaza de la Virreina es la iglesia de Sant Joan, un discreto templo de 1868 que ha sufrido saqueos e incendios tanto en la Semana Trágica de 1909 como en los primeros compases de la Guerra Civil, cuando fue devastada casi por completo. A esos trágicos episodios sobrevivió una pequeñita capilla subterránea, de estilo modernista y que recientes estudios han atribuido a Antoni Gaudí.

Plaza de Rovira i Trias

No podía faltar en el barrio de las plazas una dedicada al hacedor de las mismas, surgidas como setas en el entramado de calles estrechas que conformaban la antigua villa de Gràciadurante la segunda mitad del siglo XIX. Situada en la parte alta de Gràcia, la plaza fue diseñada y urbanizada en 1861 por Antoni Rovira i Trias, discípulo de Gaudí y uno de los urbanistas más populares de la ciudad, autor de numerosos edificios y construcciones, como el mercado de la Concepció, el Born o el de Sant Antoni. Por todo ello la plaza lo recuerda, además de con su nombre, con una escultura de bronce a tamaño real en la que se muestra también el diseño inicial del Ensanche, que finalmente se adjudicó a Ildefons Cerdà.

La Concepcio

Plaza del Nord

Como su propio nombre indica, nos encontramos ante una de las plazas más al norte de la antigua villa de Gràcia, casi tocando ya a la travessera de Dalt. Alejada de las habituales zonas de ocio es una de las plazas más tranquilas de la villa y conserva todavía la fisonomía y la autenticidad de las plazas de pueblo, a medio camino entre plaza y parque y rodeada de árboles. La historia de la plaza, y del barrio en sí, se hace presente en la sede de los Lluïsos de Gràcia, una entidad social, cultural y deportiva aún existente y que se creó en 1855 en el mismo lugar que hoy ocupa. Y es que la plaza ya existía para entonces. Concretamente desde 1851, cuando los propietarios del terreno encargaron su urbanización al arquitecto Antoni Rovira i Trias.